sábado, 1 de febrero de 2014

El festín de Babette, lo sublime del sabor.

El festín de Babette, lo sublime del sabor.

¿Puede la cocina cambiar los dogmas de una sociedad?, ¿puede una cena transformar  el estado de ánimo colectivo? Definitivamente sí. Esto es posible afirmarlo después de ver  la película danesa El Festín de Babette (1987),  del director Gabriel Axel , donde la cocinera Babette  se devela como una artista, quien  ofrece una cena francesa que roza lo sublime y evidencia cómo la gastronomía es un arte, cuyos  artistas enriquecen el espíritu con sus obras  y logran seducir a todo el que los rodea,  sin distingo de clases sociales ni condiciones raciales.
El festín de Babette  relata la historia de dos hermanas danesas, Filipa y Martine, que   viven en un lejano pueblo de Dinamarca. Son  hijas del Pastor del pueblo y crecen bajo estrictas normas determinadas por el pecado y el temor a Dios. Éstas les impiden enamorarse y crear vidas propias. Así,  en su juventud una de  las hermanas pierde el amor de un militar que visita al pueblo  y la otra lucha contra sus propias cualidades para el canto, pues  por temor se retira de las clases que le da Papa, un profesional de la ópera  que pasa una temporada en el pueblo y se enamora de su belleza y talento.
 Mucho tiempo después de la muerte del padre, en medio de una tormenta nocturna, las hermanas  reciben a una mujer francesa, Babette. Ella entrega una carta de Papa, donde explica que perdió a sus familiares en Francia y viaja a este pueblo con la única esperanza de salvarse. Es así como  empieza a trabajar como cocinera y encargada de los oficios de la casa de las hermanas Martina y Filipa de forma gratuita.
Después de 14 años  de cocinar para las hermanas y los miembros de la congregación a quienes ellas ayudan con obras de caridad, Babette  recibe una carta de Francia en la cual  le indican que ha ganado un Premio y es dueña de 10 mil francos.  Temen entonces  las hermanas su partida, pero se resignan a los designios de Dios y continúan sus planes de celebración del centenario del natalicio de su padre, el pastor; pese a la desunión y el permanente conflicto que caracteriza a los pocos ancianos que se mantienen en la congregación.
A pocos días de la noticia  del premio,  Babette pide a las hermanas permitirles ofrecer una cena francesa en honor al centenario del Pastor. Después de insistir ellas aceptan y así la cocinera empieza los estrictos preparativos de la cena ante la sorpresa y el miedo de las hermanas, que se sienten pecadoras porque comerán lo desconocido.
Tras recibir su encargo enviado desde Francia, Babette prepara su cena y sorprende a los invitados con sopa de tortuga con licor dulce, crepes con champaña, sarcófago de codorniz con vino tinto, ensalada, pan afrutado con jerez y agua  y bandeja de frutas con agua y champaña. Pese a que la congregación ha prometido no alagar la comida por ser pecado;  la magia del servicio , la comida,  el amor y generosidad con los que han sido preparados, unido a la guía magistral que hace de la cena el General enamorado, convierten la celebración en una majestuoso festín que transforma a sus comensales.

La cena cambia las emociones de todos, los bravos se alegran, los asustados pierden el miedo, los rencorosos se piden disculpa y perdonan, los enamorados se profesan amor y en colectivo  dan cuenta de que todo es posible, sólo basta la disposición para creer y  crear, el talento y la disciplina para hacerlo. Mayor lección ofrece Babette cuando reconoce su oficio de cocinera como un arte, donde el dinero es lo menos importante. Con su agradecimiento, generosidad y cocina ha transformado la vida de Martina y Filipa y se ha salvado ella misma para siempre. 

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