Hace dos semanas quería
homenajear a mi profe Argelia Ferrer y a mi hermana América Martínez Ferrer.
Planificamos una cena en casa y sin pensar mucho armé un menú sencillo para
cenar y conversar. El plato principal era un cremoso de arroz con tomate
ahumado y mejillones. Buscar los ingredientes fue tan fácil como recorrer 1 km
de la av. 31 de julio y luego ir a Manzanillo hasta conseguir los mejillones.
Dos semanas después acompañé a
los estudiantes de primer nivel del curso avanzado de cocina del Instituto
Culinario y Turístico del Caribe a una visita a La Guardia, donde los
integrantes del Grupo Mejillón nos mostrarían cómo es el proceso de siembra y
cosecha de este bivalvo. En cuatro horas percibí el complejo mundo de siembra
del mejillón y confirmé la importancia de reconocer las horas de trabajo de
hombres y mujeres tras un plato, por sencillo que parezca
.
El viaje
A las ocho de la mañana nos
embarcamos en los botes en el bañadero
de La Guardia y guiados por Niel Peterson, Xavier Rodríguez y Jesús León
emprendimos el recorrido por La Guardia,
Desde la playa Bañadero, pasando por los muelles de pesca, mangle, hasta
playa Los Restos. Todo parte del Parque Nacional La Restinga. En la punta del recorrido Xavier nos invitó a
bailar para recoger chipichipi y guacuco. El obligado chapuzón para bajar del
bote bendijo la mañana y nos permitió llegar casi a la orilla, pararnos firmes
mirando hacia el horizonte y con calma,
al ritmo de un joropo imaginario mover los pies hasta hacer huecos en la arena
y luego con las manos atajar los guacucos
y chipichipis descubiertos.
Una vez agarrados, parecían fáciles los consejos de cómo
sacarles la arena para cocinarlos. Con toda seguridad Xavier afirmó que al
sacarlos del mar es preciso dejarlos sumergidos en agua de mar por 12 horas,
pero metido dentro de un colador, de manera que no toquen el fondo del envase.
De esa forma ellos sueltan la arena que cae al fondo del envase.
Después de 15 minutos regresamos
al bote y nos enrumbamos a conocer cómo
son las semillas de mejillón. Xavier nos llevó hasta la piedra ahogada que es
uno de los bancos naturales de mejillón de la zona y luego en medio de risas
nos explicó lo fácil que les resulta ubicarse en el mar, nos dijo que toman un
punto de referencia fuera del agua y a partir de allí hacen una triangulación
que les permite ubicarse de día en la inmensidad del mar. Los puntos de referencia
nocturnos son las estrellas que permiten saber donde se encuentran.
De la piedra ahogada, pasamos al
mangle y finalmente a la piedra bagre. Allí la sumergida de algunos de mis
compañeros les permitió escuchar el “chas chas de los mejillones”, producido
por el bivalvo que abre y cierra sus conchas mientras se alimenta. Álvaro, Nixon,
Oscar, Niels y Xavier tomaron muestras de mejillones semillas y las mostraron a
los compañeros. Explicaron cómo crecen y la diferencia entre el mejillón
perna y perna Perna viridis, uno verde y el otro negro, grande y pequeño. Exógeno
y autóctono, pero desplazado por el verde durante mucho tiempo.
El proyecto de siembra de
mejillón ha traído la siembra de perna perna, de mejor tamaño, sabor y
favorable para el ecosistema. De allí rumbo a las balsas donde nos mostraron cuerdas con mejillón
pequeño recién sembrado, mejillón crecido y mejillón grande, a punto de sacar. Nos
explicaron que siembran, 1,5 kilos de mejillón en cada cuerda, envueltos en
mallas biodegradables. Con un metro y medio de largo aproximadamente. Cada
cuerda da 15 kilos y en cada balsa se pueden encontrar entre 80 y 100 cuerdas.
De esta forma supimos que en 4 meses cada balsa puede dar entre 1200 y 1500 kilos. Actualmente el
proyecto cuenta con tres balsas, de tal forma que seguramente para la temporada
lograran cosechar por lo menos tres toneladas de mejillón. En cuatro meses
sembraron mejillón, alimentado de sedimentos marinos, que crecieron en la
superficie de un mecate. No alteraron los arrecifes ni los ecosistemas marinos
y crearon una alternativa para disfrutar de este exquisito producto marino que
enriquece de sabor y proteína cualquier plato.
De las balsas regresamos a la
orilla, limpiamos los mejillones, sembramos y comimos, cómo comimos. Montamos
una brasa, sobre ella un zinc y encima decenas de mejillones vivos recién
lavados que al abrir su concha decían, cómanme…tuvimos el privilegio de comer
mejillón. Una nueva prueba de que Margarita posee todo para ser felices, sabor,
saber y naturaleza. ¡Reconocerlo, disfrutarlo y mantener su armonía es nuestra
responsabilidad!
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