El Festival del pulpo prometía
ser el lugar ideal para almorzar el sábado 5 de julio. Se nos hacía agua la
boca pensar en los platos que ofrecerían los concursantes esmerados en ganar
los primeros lugares del concurso…pero llegamos tarde y aunque sólo pudimos
degustar asopado, nos alegró saber que la mayoría de los platos se habían
terminado porque muchísima gente había respondido a la convocatoria de este
evento gastronómico.
El olor a playa y a frutos del
mar nos invitó a buscar un lugar para almorzar donde pudiéramos comer pescado,
así que tras consultar una dirección nos fuimos detrás del hotel Bella Vista, a
buscar el Kiosco de Chite Mono. Al
llegar preguntamos por el cocinero y nos dijeron que había muerto. Ante mi cara
de asombro, el hombre reconoció que era una broma y nos señaló cuál era el
puesto.
Un humilde kiosco de playa con cuatro mesas de madera era
el lugar recomendado, pregunté por el Sr Chite Mono, quien amablemente me corrigió
y explicó que le decían Chemón. No quiso decir su nombre porque desde hace
mucho tiempo responde a Chemón. El caso
es que después de saludarnos le comenté que queríamos comer pescado frito
buenísimo y respondió: siéntate allí para que veas.
Nos sentamos en una mesa de
madera, debajo de una sombrilla de palmera o cocotero, cuidadosamente abierta y
sostenida para brindar sombra a los
comensales de las cuatro mesas que resguarda. El Menú era sencillo: pescado
frito o calamares rebosados acompañados
de tostón con queso y ensalada. Teníamos suerte porque también había langosta
sancochada o a la plancha con los mismos acompañantes.
Chemón nos explicó que el pescado
lo selecciona uno mismo en la cava. Había coro coro, pargo y gallineta frita. La
espera la aprovechamos viendo el mar, con una cerveza fría en la mano y
admirando la pericia de este hombre con el pescado, el caldero y su aceite bien caliente. Pregunté
si podía verlo desde cerca y asintió sin ningún problema.
Así que los siguientes minutos vi
como Chemón tomaba el coro coro, lo escamaba, abría por la barriga, sacaba las
tripas, lavaba y agregaba suficiente sal por todas partes. En el caldero
esperaba abundante aceite bien caliente. Allí colocó el pescado. Sólo dos a la
vez para que se frieran sin enchumbarse. Seis o siete minutos por cada lado
aproximadamente y el resultado un pescado frito doradito por fuera y suavecito
por dentro.
Paralelamente preparó los
tostones. Tenía los plátanos cortados en cilindros, de 4 cm aproximadamente,
sumergidos en agua con sal. Tomó 5 cilindros, medio secó y colocó en otro caldero
con abundante aceite no tan caliente. Lo frió por 4 minutos solamente y retiró.
Sumergió en agua con sal y ajo y a los minutos retiró y aplastó con ayuda de
una máquina de metal y regresó al aceite, ahora bien caliente para freír por
cuatro minutos más.
Inmediatamente cortó el pepino,
el tomate y la cebolla y armó los platos con el pescado, los tostones y la
ensalada. Seguidamente, sumergió los calamares en una tempura y frió por 4
minutos. Armó el plato de calamar. Todo fue muy rápido. Al cabo de 30 minutos
estábamos comiendo riquísimo. El mejor
pescado frito a orilla de playa que me haya comido en la Isla de Margarita y
por un precio realmente solidario.
Chemón me regaló felicidad porque
su comida me pareció exquisita, pero además en 20 minutos me dio una excelente
clase de frituras, doble fritura, rebosado y cocción de langosta, con la
humildad propia de quien resguarda los saberes del pueblo. Mientras lo veía, recordaba algunos
comentarios del Chef sobre la doble fritura. En la primera se logra una cocción
del producto vegetal o animal, en un aceite con una temperatura no mayor a los
120 grados. En la segunda se caramelizan los azúcares, gracias al efecto de la
cocción en un aceite con una temperatura mayor a 160 grados, que garantiza el
resultado crujiente por fuera.
Lo malo fue que tomé una foto y usted puede creer que todo es invención mía, pero si
quiere comprobar, acérquese a la playa del Bella Vista. Es el segundo kiosco.
Allí está Chemón de martes a domingo. Su pescado frito lo conquistará.
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