“Cómpreme
el piñonate, que sabrosito, que rico está.
Cómprelo
en Fuentidueño, cómalo ahora que es de San Juan”.
El domingo
18 de mayo pude presenciar el proceso completo de elaboración del Piñonate,
dulce tradicional y endógeno margariteño que resguardan como un tesoro los
pobladores de Fuentidueño, en el municipio Díaz, porque es allí donde, según
relatan, desde los tiempos de la colonia crearon una especie de turrón de
lechosa, azúcar y papelón que enorgullece a todos los neoespartanos.
Es común
para residentes y visitantes encontrar el Piñonate envuelto en su
cachipo de plátano en distintos lugares de la Isla de Margarita, sin embargo,
resulta verdaderamente difícil ser testigo de su elaboración, porque se hace
durante la madrugada y es una labor que recae, en la mayoría de los casos,
sobre los hombres de la familia.
Desde
niños los habitantes de Fuentidueño se relacionan con el Piñonate y muchas
de las familias de allí convierten su
elaboración y venta en un dulce oficio de vida, aprendido de generación en
generación, fundamental para la manutención de la casa.
Los Villarroel
son una de esas familias de Fuentidueño que por mucho tiempo se dedicaron a la
fabricación y venta del piñonate. Diógenes, Mario, Epifanio, Ernesto y Maria
Saturnina Villarroel crecieron
viendo a su padre hacerlo. Durante años participaron en el rallado, fondeado,
el paleo y la envoltura y según explican, después de cumplir su misión,
dedicaron sus vidas a otros oficios y disciplinas. Para honrar la memoria de su padre y de uno de sus
hermanos crearon el Festival del Piñonate en
la población de Fuentidueño, y una vez al año abren las puertas de su casa
a las 5:00 am para mostrar a la comunidad la forma tradicional de prepararlo y con
la participación de otros dulceros de la comunidad y la alcaldía del municipio
convierten a Fuentidueño en el epicentro de una fiesta donde reina el piñonate,
acompañado del besito de coco, el dulce de lechosa, la jalea de mango, la
mermelada de mamey, la conserva, dulce de batata o chaco, entre otros. Dulce
sabores, que no empalagan.
Esta
fiesta de la lechosa y papelón empieza a las cinco de la mañana con el
encendido de la leña en el fogón de creación popular que data de hace más de 90
años. Previamente, han rallado y exprimido la lechosa, hasta convertirla en una
especie de “tusa”.
Cuando el
fuego está ardiendo fuerte y valiente, Diógenes o Mario preparan la fondeada.
Para ello utilizan un gran caldero de hierro de un metro de diámetro
aproximadamente, colocan 50 kilos de azúcar, 6 panelas de papelón y
agua. Hacen un melao que será la base del piñonate y a este proceso
denominan fondeado.
Una vez
listo, agregan la concha de naranja rallada y seguidamente los 50 kilos de la
lechosa rallada y exprimida. A partir de este momento comienzan a darle paleta
ante los ojos de todos los asistentes, quienes se acercan al caldero, curiosos
y con ganas de ayudar, pero rápidamente se alejan con los ojos ardidos por el
humo de la leña que hace llorar hasta al más valiente. A los niños pequeños como
mi hija Paula Alegría no los dejan pasar al fogón en ese momento porque
“es bravo”.
Después de
una hora de estar dándole paleta al piñonate, la ferocidad del fuego se reduce
y las personas se acercan con tranquilidad e incluso pueden darle paleta
al dulce que requiere ser removido constantemente. Esto se convierte en un
juego en el que los Villarroel son los anfitriones y quienes establecen las
normas de cómo movernos alrededor de ese caldero gigante que quema y durísimo.
Tres horas
después, con la ayuda de varios Villarroel, levantan el caldero y vierten en un
caldero frío el dulce que ya está en el punto exacto para comenzar a enfriarse.
En su nueva olla le espera una nueva ronda de paleta. Ahora es un paleteo
necesario para que reduzca su temperatura y se pueda extender en la mesa para
el secado.
Una hora
de paleta constante es suficiente y luego, con ayuda de una totuma y las manos
mojadas se va colocando sobre una mesa de madera, que ha sido previamente
mojada con agua fría. Allí se extiende el dulce de piñonate, colocando a
los lados paletas de madera para evitar que se derrame y garantizar que quede
correctamente liso y armado el rectángulo de “dulce de lechosa” que después de
tres horas se cortará y será cientos de piñonate.
Mientras
se enfría, los Villarroel comparten con el público vasitos de dulce aún
caliente para que todos probemos el tesoro que ellos resguardan. Ante la
constante pregunta de los visitantes sobre la presencia de la piña en el dulce,
explican que el piñonate original no lleva piña; se hace con lechosa,
azúcar, papelón y ralladura de naranja.
Después de
tres horas, aproximadamente, el piñonate se enfría y se corta según
el tamaño deseado y cuando está totalmente frío se envuelve en cachipo de
plátano y se convierte en un perfecto dulce margariteño que también es
ingrediente para nuevas recetas.
El piñonate resultante
es obsequiado entre el público, en agradecimiento por haber asistido al
Festival del Piñonate, confiando en que cada uno será un nuevo orgulloso
promotor del dulce margariteño. Los visitantes agradecidos recorren el
paseo donde otras familias de Fuentidueño ofertan sus dulces y entonces compran
besitos de cocos, conservas, mermeladas de guayaba, de mamey, más piñonate,
ponquecitos, mientras escuchan y tararean “Cómprame el piñonate”
del eterno Francisco Mata, en la voz de Lucienne Sanabria o Auraelena Cabrera.

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