domingo, 16 de marzo de 2014

La sal de la vida, un canto al amor en tres tiempos

      La sal de la vida es el amor. Oculto o notorio, así como en la comida, es  fundamental para el equilibrio y la armonía en el recorrido transitado por cada ser humano. En la película La sal de la vida (Tassos Boulmetis. 2003) podemos apreciar como  el niño Fanis sumergido en la nostalgia busca  en la cocina la forma de reconstruir su casa, recorrer el camino para  llegar a Constantinopla, de donde fue deportado a los 7 años.
      
       En tres tiempos Fanis narra parte de la historia de su vida, que es la historia de turcos y griegos determinados por la condición obligada de extranjeros en ambas naciones. Como  aperitivo Fanis nos muestra  su infancia en Constantinopla,  donde la relación con su abuelo Vassilis determina su vida. Fanis conoce el mundo desde la tienda de especias del abuelo, capaz de explicar el universo a través de la canela, la pimienta o  la sal e identificar el peligro, sólo con el aroma a especia de sus clientes.
     
      El abuelo Vassilis siembra en su nieto una relación de amor por la cocina como el alimento fundamental para la vida. Le muestra cómo la pimienta  se asemeja al Sol porque es clara, caliente y picante; la canela al planeta Venus porque es dulce y amarga como las mujeres, y la sal equitativa a la Tierra, donde hay vida humana, sabores   diversos y precisamente es la sal el elemento fundamental para proporcionar gusto, equilibrio y sabor, aún cuando no se encuentre a simple vista. La sal, aún invisible, define y enriquece el plato, como el amor.

       Fanis observa la vida desde la tienda de su abuelo, allí pasa gran parte de su niñez, conoce el amor, a su amiga turca Saime, para quien cocina a cambio de su baile y también conoce el peligro representado en los diplomáticos que conducen las relaciones entre Grecia y Turquía.  Desde su niñez el mundo de este niño lo determina el ajo, las berenjenas, las hojas de parra, las albóndigas, todos aquellos alimentos que cobran fuerza y sabor  en función de las especias añadidas, presentadas por su abuelo.  Todo marcha bien hasta que el timbre de la puerta de su casa anuncia la llegada de funcionarios de migración con la noticia de que serán deportados a Grecia.
      
     Así,  Fanis y su familia deben salir de Constantinopla, expulsados por los turcos por ser griegos  y vivir en Grecia señalados como turcos. Allí comienza el plato principal de su vida, y es en Grecia donde  empieza a hablar un idioma en el que no se reconoce, idolatrar héroes a quienes no admira y construir una personalidad sobre la base de referentes desconocidos. En medio de esa realidad recurre al amor de su abuelo y de Saime expresado en la cocina como forma de encontrar su hogar.

        Este hecho que lo salva, también lo condena ante los padres que necesitados de ser admitidos en la sociedad griega que los recibe tratándolos como extranjeros pasan de disfrutar el talento gastronómico de su hijo de 7 años, para escuchar los prejuicios de una sociedad que vincula masculinidad con violencia y milicia como elemento fundamental. Sus padres comienzan a escuchar los consejos y Fanis debe incursionar en el mundo de los scout y de la milicia, sin perder su talento, el amor por la cocina ni la nostalgia por Saime. Fanis crece,  se hace cocinero, astrónomo. Sobrevive en Grecia, colocando sabor a la vida muchos, olvidando quizás aderezar la suya propia. Confía en la llegada de su abuelo que promete visitarlos en varias oportunidades pero nunca llega. Crece como un extranjero que se refugia en el aroma que evoca su ciudad de origen.

       Como Postre vemos a Fannis ya hecho hombre, gastrónomo y astrónomo. Prepara un rencuentro con su abuelo que a través de un viejo amigo anuncia su llegada a Grecia. Sin embargo, tampoco llega, esta vez porque debe ser hospitalizado por estar enfermo de gravedad. Es por ello que regresa a Constantinopla   y se reencuentra con  él, quien  pese a estar inconsciente  con el mínimo movimiento de su mano derecha evoca las especias fundamentales para la vida.

            El abuelo muere y en el funeral Fanis también se reencuentra  con el amor de su vida Saime, quien está casada con un militar y tiene una hija. Pese a la ilusión, la nostalgia y el deseo de retomar una vieja historia de amor interrumpido, ella decide continuar  con su esposo e hija.

            Fanis se asume solitario. Se enfrenta al dolor de la pérdida y vuelve al punto de origen, recibe al mundo de especias y amor que un día fue la base para comenzar toda historia que implique vida humana, donde lo oculto es quizá lo más sabroso. El amor de su abuelo fue la sal de su vida, lo salvó, lo mantuvo  firme ante la realidad que le tocó vivir. Sin estar presente, estuvo con él y  determinó su existencia. Definitivamente, la sal de la vida es un canto al amor, una sabrosa invitación a atrever a amarnos, donde la cocina es base fundamental de vida.


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